28/03/06 ClubeVademecum
Va a costar no ser ácido, eso pensé al terminar la noche Fonal en Vademecwm. Cuesta porque no acabaremos de acostumbrarnos a taquillas de 100 €, eso en personas significa 12, que más el equipo titular nos dan cerca de 25. ¿En qué clase de mundo vivimos? Desde luego que a un millón de órbitas de distancia del que imaginamos, de hecho éste puede ser uno de los últimos conciertos que disfrutemos en Vademecwm, tras cerca de 500 conciertos el fin se acerca, ya se han cancelado fechas cerradas y otras como la reciente de Michael Mayer casi es mejor que se cancelase (y no hablo de alegrarme por la lesión de hombro del bueno de Michael) porque la venta de entradas volvía a ser ridícula. Dos son los problemas; por un lado está la falta de apoyo institucional y por otro la escasa respuesta del público. Problemas que en Portugal, por desgracia, se repiten. En Oporto, Matéria Prima, ha limitado sus acciones a las propuestas que puedan surgir para A Casa da Música y en Lisboa nos comentaban ayer que la programación de la galería Zé dos Bois está también cerca del fin. ¿Qué será entonces de nosotros? Tirando de imaginación uno piensa en crear una asociación, un club cerrado que se alimente del dinero de nuestros bolsillos y que nos permita traer los grupos que nos gustan, vaya mierda ¿no? Pues sí, sería una pena limitar la oferta cultural a la apuesta de unos pocos.
¿Qué podemos hacer entonces? Pues dada la escasa respuesta que nos topamos más bien poco, da igual ofrecer mil y un dossiéres a Instituciones o Patrocinadores Privados con propuestas culturales de todo tipo, del mismo modo, poco podemos hacer para enganchar a un público que actualmente sólo se pone de acuerdo para batir récords de estupidez a través de macro-botellones. En fin, que a uno le gustaría centrarse en lo musical pero tal como están las cosas cuesta desviar la ira que ha colonizado mi hígado.
A lo que iba, ISLAJA fueron los primeros en tocar, Merja Kokkonen guitarra y Jukka Räisänen bajo. Suena ‘sateen tullessa’ y ya estás envuelto con ese manto sugerente en que termina mutando la sonoridad de los instrumentos-juguetes (apunten un conejito duracell con campanillas la mar de tierno) que desfilan por el cautivador palaa aurinkoon, un punto por encima en coherencia respecto a meritie, primer trabajo más inocentón, experimental o más centrado en nacer que desarrollarse. Un set de veinte minutos en el que no enamorarse de la voz debería ser pecado. ‘palaa aurinkoon’ sonó sucia, austera, más cerca de Sonic Youth que de Charalambides pero igualmente sugerente. Echamos de menos el casi hit ‘laivat saapuu’ pero Merja y su sombra élfica debieron convencer si o si.
Tras Islaja turno para ES, el proyecto en solitario del alma máter del sello Fonal, Sami Sänpäkkilä. Sin duda un tipo que en su último disco, sateenkaarisuudelma, ha tocado el cielo. Avisa una portada en la que, según sus palabras, los arcos iris que fluyen hacia sus manos sugieren que tú eres el dueño de tus sueños. Y eso fue su actuación, un paseo onírico con reminiscencias religiosas que recordó la visita que Panda Bear brindó a Vademecwm el año pasado, progresiones cálidas y sencillas nacidas de la superposición de texturas digitales que se funden con mantras interminables recordando una vez más que determinadas músicas permiten volar sin necesidad de motor alguno, o sin mayor predisposición que la de dejarse mecer. Aunque se hizo corto, queda la sensación de que Sami Sänpäkkilä será más grande aún de lo que ya ES.
KIILA puso el broche, hablo en singular porque la presencia de Kiila se redujo a la mandolina de Niko. Primero un virus gripal y más tarde una noche durmiendo en el suelo del aeropuerto por culpa de la cancelación de un vuelo, limitaron una actuación que debería satisfacer las necesidades más pastorales. Una pena, lo primero que hizo Juho al llegar al vade fue preguntar dónde estaba el baño, su siguiente paso fue el hotel, Niko llegó y paseó la mandolina por todas las esquinas del vade y de ruralita. Viéndolo pensaba en si estaría purificando el local (ojalá!). Aún con todas las desgracias los quince minutos de Kiila fueron maravillosos, apenas notabas que a ‘auringonlunta’ le faltasen tambores, flautas pájaro o teclados, detalles que echamos menos de menos cuando en ‘pysähtyneet planeetat’ se sumaron a una mini-jam Islaja con una melódica, Sami con una flauta, Jukka con unas campanillas o Jan con unos tambores. En definitiva, una gran noche que acercó a Finlandia más allá de David el Gnomo y que servidor recordará cada vez que desayune pan con mantequilla y jalea de bayas de saúco con crocante de almendra porque lo que es volver a verlos va a estar realmente difícil por no decir imposible.