Parafraseando a Robert de Niro, voy a chuparle la polla al
festival Sinsal porque ahora que la
beautiful people por fín se deja ver, es hora de ser justos. Tal vez resulte feo que yo lo diga, pero no hay mejor festival posible, eso es así, por encima de ti y de mi. Que quede claro, no es el lugar, y tampoco es toda la música, vale que la isla de San Simón es el “
marco incomparable” pero si tocasen allí alguno de esos vetusta morlas que pululan por ahí ni de lejos sería tan incomparable. San Simón es un lugar preso de la historia, con multitud de huellas todavía presentes, incluso los músicos al pisar la isla preguntaron por ellas. San Simón fue cárcel, leprosería, orfanato e incluso campo de concentración en plena guerra civil. Cuando hablamos de marco incomparable nos referimos a la primera pisada tras abordar el peirao. En ese momento algo latente amanece y acciona las esquinas más polvorientas, menos ventiladas, de nuestros desaprovechados cerebros y se activan mecanismos que nos devuelven a estadios primitivos ansiosos de contemplación. Es curioso que al pisar una isla automáticamente desaparezca esa sensación de aislamiento que la sociedad y su ritmo frenético provoca en muchos seres humanos. Nadie frunce el ceño, ni camina cabizbajo, estar en una isla nos devuelve nuestra condición más primitiva, decía ayer medio en broma medio en serio que si el festival durase una semana, al tercer día más de uno intentaría hacer fuego con alguna rama y desearía incluso departir con su
Wilson particular. En una isla todos sonríen, eres feliz, pero si interviene el sonido artificial, la cosa puede cambiar.
Tras explorar mi disco duro, por fin he encontrado una carpeta de nombre “espacios druídicos”, tiene fecha 27 de febrero de 2007, ese día recuerdo que recogí a julio en su casa y nos fuimos con el coche a buscar posibles escenarios naturales. Hay fotos del Castro, de los jardines del Museo Quiñones de León en Castrelos, Samil, Monte dos Pozos, etc…El festival Sinsal del año 2007 fue el de Bonnie Prince Billy, la primera vez que salía de Vigo con la Extensión en Santiago, allí tocaron A Hawk and a Hacksaw, Tunng o Hanne Hukkelberg.
El festival Sinsal tiene vida propia y evoluciona, ya de por sí alejado del armazón clásico festivalero (ya saben, música de usar y tirar, pulseras, pose, alcohol, fieeeeeeshta), muta considerablemente en el año 2005 con el cambio a un formato perenne, música para 4 estaciones fue, y es, una idea tremendamente lógica. Espaciar la oferta cultural a lo largo de un año ofrecía y ofrece la posibilidad de saborear la música con pausa, palabra en desuso actualmente. Y aunque algunos critiquen que a Sinsal le ha faltado zapatilla y sobrado quietud, debería recordarles que si por algo se ha caracterizado siempre la programación, es por brindar la posibilidad de disfrutar cualquier estilo de música susceptible de ser mencionado; hablemos de folk, jazz, electrónica, doom metal, pop, etc… es decir, siempre ha habido espacio y cariño para un sinte modular o para una pandereta. Quedarse en lo otro es de votante del PP.
A lo que iba, que la segunda edición del Festival Sinsal en San Simón haya sido un escándalo no es por la isla. Aunque la isla y las arrugas que la cubren por fin vean un poco de luz en su oscura historia. Sinsal buscaba un espacio druídico y lo encontró en San Simón, pero esa isla también buscaba a Sinsal, la historia tiene este tipo de cosas. De ahí que el encuentro de ambas entidades devenga en justicia poética más que casualidad, en todo caso hablaríamos de sincronicidad o causalidad.
Situado el encuentro me gustaría hablar del cartel, cuando lo conocí no estuve de acuerdo, me parecía flojo. En este punto debería recordar que mi criterio es una mierda, es decir, ya no tengo. Mis gustos se han
talibanizado llegando a extremos
yihadistas. De ahí que la bofetada haya sido doble. Y tampoco veo necesario ofrecer mi visión de los conciertos, por primera vez la red amanece plagada de críticas con twitter echando humo a través del hashtag #sinsalsansimon o con instagram petado de fotos. Sólo diré que Hoquets en mi cabeza sonaban a Talking Heads meets Bricomanía meets Plastidecor, que si lo de Alela Diane en “
the pirate gospel” ya era un escándalo, ahora con “
wild divine” con la ría de fondo ni te cuento. Con “Unicornibot” me acordé de Squirrel Bait o del “
rusty” de Rodan y eso es mucho recordar, “Alt-J” son muy buenos, pero necesitan un par de giras tocando las mismas canciones para aburrirse de ellas y cambiarles las sábanas, también estaría bien alguna borrachera mal llevada y algún revés para que el resultado no sea tan inmaculado, los lamparones molan. “Maïa Vidal” fue la favorita de Apenino, no digo más, “Christian Kjellvander” tiene mucho poso y ese poso pesa, a “L’enfance rouge” les sobra el músculo y nervio que le faltó a “Nite Jewel”, “Al-madar” son cosa seria, “Aries” o de cómo echar de menos la inocencia, y lo mejor para el final “Shangaan Electro”, sin duda esa gente juega en otra liga, la de
sublime frequencies, ya saben, cosa fina. La guinda “Simon Russell” se explica sola, ahí quedará para la historia como la fotografía de John Peel en el stand sinsalero en aquel Sónar del 2002 ó 2003. Interesantísimo también el debut radiofónico de Iago Martínez y su “Disimulen” y el ya curtido “A Trincheira” de Emilio Alonso, acotando a centímetros la distancia con las eclécticas personalidades que desfilaron por la isla los dos días. Pero lo importante a la hora del análisis no son las individualidades, es más bien el todo. Tú por ejemplo, seguro que molas en muchos momentos del día, pero en otros serás ciclotímico, pasarás de la euforia a la pausa por la ingenuidad, por la rabia, etc… por eso molas, porque englobas un arco muy amplio de sentimientos y no sólo por ser
guay en un momento dado. Y por eso el Festival Sinsal triunfa, porque cubre muchas necesidades y las cubre con las mismas dosis de sentido y cariño, parándose en lo más importante de todo, en los detalles.
Que en plena conga improvisada al ritmo de Shangaan Electro, con Galis por fín desatado, aparezca alguien de la organización con un trozo de sandía es de coña, que el menú ofrezca posibilidades veganas o celíacas es de cuento, que haya espacio para los niños, actividades para ellos y que a pesar de un día sobreexcitado permanezcan enteros en el último barco, habla mejor que cualquiera de nosotros o nosotras del festival. Los palos, porque siempre los hay, para mi vienen de la gente que no sabe usar un baño. Es lamentable que en un espacio así los baños estuviesen como estaban, ¿en qué clase de mundo vivimos? Y para los chascarrillos una reflexión, que lo mismo me he perdido, ¿de verdad es relevante que mari puri se fuese para casa dolida porque borja no le hizo caso?
Y para el final de este insoportable ladrillo hablaré de lo más importante del festival. De los Fer, Pali, Dani, Álex, Edu, Ana, etc… de todas las personas que se encargan de la logística, de que todo suene como debiera, de que realmente es posible producir un festival en una isla con todas las dificultades que eso conlleva, de que puedas llevarte a la boca comida de verdad, y yo que sé, de toda esa gente que nunca sale en las fotos ni en las entrevistas o en las revisiones. Porque si para Julio y Luis siempre hemos demandado un monumento, ese monumento no es otro que la isla, porque aunque todo el sufrimiento encerrado en esa isla no desaparecerá, gracias a Julio y Luis, en su background ya brilla la huella sinsalera, y esa huella es sinónimo de ÉXTASIS. No tengo ni puta idea de si diez años son muchos o pocos, pero es el tiempo que ha tardado en asentarse el mejor festival imaginable. ¡¡Enhorabuena!!